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Lo popular, lo vivo, lo artístico. Algunas premisas para una teoría literaria gramsciana (página 2)



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Valga este pasaje para mostrar que un movimiento puramente surgido de las esferas exteriores a lo popular puede, por accidente (por una "astucia de la naturaleza", dice Gramsci citando a Vico), ser redimido de su origen y, siendo portador de la dirección adecuada del pensamiento, convertirse en verdadero ejemplo de arte popular revolucionario. La cita es pertinente, ya que enmarca el giro reflexivo por el cual Gramsci reivindica la figura de Balzac (a diferencia de la de Dostoievski, que no necesita de este tipo de maniobras): "El mundo poético de Balzac, su concepción del mundo tal como se ha realizado artísticamente, su "realismo", que teniendo orígenes ideológicos reaccionarios, propios de la Restauración, monárquicos, etc., no por ello es menos realismo en acto" (170). El exitoso realismo de Balzac le permite a su literatura independizarse de sus "orígenes ideológicos reaccionarios". El argumento es notoriamente similar al planteado en su momento por Engels:

Considero como uno de los más grandes triunfos del realismo y como uno de los rasgos más grandiosos del viejo Balzac, que haya estado tan compelido a actuar contra sus propias simpatías de clase y sus propios prejuicios políticos; que viera la necesidad de la decadencia de sus amados nobles y los representara como hombres que no se merecen ningún destino mejor; y que viera a los verdaderos hombres del futuro allí donde solo podían encontrarse en aquel entonces. (2003: 234)

La premisa es la misma: el verdadero realismo de Balzac le da a sus escritos un carácter ideológico adecuado a una verdadera conciencia de clase, a pesar de las "simpatías" conservadoras de su autor. Es decir, es posible que una praxis puramente estética, si es exitosa en diferentes sentidos, pueda convertirse en popular, ligada inmanentemente a las estructuras del sentimiento del pueblo, aun si originalmente no pertenecía a ella. Los problemas de su estar pueden ser resueltos en razón de su ir.

Pero la diferencia de matices es relevante: mientras en Engels los méritos de Balzac están en su capacidad de "ver", en la contemplación pasiva, en Gramsci se trata de la "realización", activa y concreta, de una "concepción del mundo". En segunda instancia, véase que esta concepción del mundo, comprensible en términos de un sentido, difícilmente formalizable en premisas ideológicas concretas, se diferencia de la objetiva necesidad de la historia que resalta Engels.

Estas últimas observaciones indicarían que la pertenencia a una estructura del sentimiento no sería una necesidad en virtud de su capacidad de interpretar al pueblo, sino en razón de su capacidad, como condición necesaria, para imponer al pueblo una serie de significados,8 en un rol que se puede asimilar al que Gramsci plantea para el Estado:

"Estado" significa especialmente dirección consciente de las grandes multitudes nacionales; es entonces interesante un "contacto" sentimental e ideológico con tales multitudes, y, en cierta medida, simpatía y comprensión de sus necesidades y exigencias. (31)

Intelectual orgánico

Relevado, entonces, el hecho de que el arte existe en el doble movimiento liminar entre la pertenencia a una cultura popular y la imposición de una conciencia dirigida hacia esa misma cultura popular, la pregunta que se vuelve evidente es cuál es el lugar material, social, concreto en el que ese doble juego es posible. Cuál es ese espacio social fronterizo que per- mite estar en dos lugres y en ninguno a la vez. La respuesta a esto es, en todos los casos, la de la función del intelectual orgánico:

Lo que aquí está en juego es la transición de una conciencia "empírica" de la clase trabaadora a su conciencia "posible", o sea, la concepción del mundo que podría alcanzar en condiciones propicias, y que incluso ahora está implícita en su experiencia. […] Gramsci nos da una respuesta específica: la actividad de los intelectuales "orgánicos". Los intelectuales "orgánicos" […] son producto de una clase social emergente; y su papel es ofrecer a esta clase una cierta autoconciencia homogénea en ámbitos políticos, económicos y culturales. […] El intelectual orgánico será así el punto de unión o el eje entre la filosofía y el pueblo, adepto a la primera pero activamente identificado con el segundo. […] De este modo, el intelectual orgánico no acepta sentimentalmente el estado de conciencia actual de las masas ni les transmite ninguna extraña verdad superior. (Eagleton, 1997: 157)

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  • En su apartado sobre "La literatura de guerra", Gramsci sostiene que ésta "es generalmente mediocre, tanto como arte cuando como nivel cultural, esto es, como creación práctica de "masa de sentimientos y emociones" a imponer al pueblo" (199; bastardillas mías).

La definición que Eagleton da del intelectual orgánico es una respuesta particularmente precisa a los interrogantes surgidos en este trabajo. Efectivamente, el lugar del intelectual orgánico es el de la articulación entre dos mundos ajenos entre sí e igualmente necesarios para la praxis revolucionaria. El status incómodo que resulta de todo esto se vuelve, de todas formas, evidente en cuanto se quiere traducir la posición del intelectual orgánico a una per- tenencia de clase. Es "adepto" a una alta cultura, pero no puede pertenecer a ella, en tanto se trata de la cultura elaborada por y perteneciente a las clases dominantes. "Se identifica" con las clases populares, pero no es igual a ellas porque quedaría, de esa manera, absorbido por la ideología y perdería su capacidad transformadora. Esta zona flotante es descripta por Barrett:

Gramsci no consideraba que [los intelectuales] fueran la expresión de clases particulares ni que estuvieran encerrados en posiciones específicas y socialmente definidas; consideraba a los intelectuales como actores importantes en el campo donde tenía lugar el conflicto de clases en el plano ideológico. (2004: 267-268)

La intención de este trabajo es la de mostrar que la existencia de esta "zona flotante" es de una importancia estructural en la teoría gramsciana. La categoría del intelectual orgánico no es un elemento periférico en Gramsci, ni existe meramente por la necesidad de asignar un rol a un sector existente de la sociedad en virtud de su misma existencia, ni tampoco por ser considerado solamente como herramienta necesaria para la transmisión o enseñanza de una serie de formas de conciencia. Se trata, en realidad, de una figura que, por el contrario, no existe en el contexto real de la escritura de Gramsci (salvo, quizás, por él mismo), y que le es necesario crear teóricamente por razones estructurales, porque cumple una función fundamental que es consecuencia necesaria de su lectura específica del entramado social. El intelectual orgánico es la llave por la cual se consigue ocupar, efectiva y materialmente, esa zona flotante, liminar, que para Gramsci es imprescindible ocupar para conseguir una síntesis entre dos filosofías diversas, sin la cual es imposible alcanzar finalmente la conciencia de clase.

Bibliografía

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Manuel Abeledo

Es Profesor en Letras por la Universidad de Buenos Aires, y auxiliar docente de Literatura Española I (Medieval) en la misma universidad. Es además becario doctoral en el Seminario de edición y crítica textual "Germán Orduna" (Conicet). Es autor de una edición crítica de la Crónica de la población de Ávila y de varios artículos publicados en revistas académicas internacionales.

 

 

Autor:

Manuel Abeledo

Enviado por:

César Agustín Flores

Revista del Departamento de Letras

www.letras.filo.uba.ar/exlibris

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